lunes, 13 de mayo de 2013

Dedicado a Alfredo, Aurelia y José María.


Hará como un mes, veo por Facebook una noticia de El Mundo que me llama la atención. Me pongo a leerla y mi gran sorpresa llega cuando descubro que su protagonista es de Crevillent.
Su historia me conmueve.. .y me deja con ganas de saber más sobre él.
Alfredo Sánchez Sansano. A día de hoy: 4.263 amigos en Facebook.
Dejándome llevar por mis ganas de conocer a protagonistas de historias únicas, historias de coraje y valor que te enseñan cosas que los libros o la tele difícilmente consiguen trasmitirte, doy el primer paso: le envío un mensaje por Facebook. Con los miles de amigos que tiene, no sé si me contestará, pienso. Pues sí, sacó tiempo para contestarme y aceptó mi propuesta de ir a conocerlo en persona (ahora entiendo cómo se las apaña para no saltarse ni una notificación) .

Es la hora de llamar para decirle cuándo voy a ir y saber donde vive. Primera duda tonta que muchos Crevillentinos planteamos: ¿me dirijo en Castellano o en Valenciano? En fin… que todo fuera eso.
Me agrada la amabilidad de José María, padre de Alfredo, al ofrecerse a venir a buscarme para que no me perdiera.
Me acompaña mi madre. Llegamos y ya estaba en la gasolinera esperándonos.
Nos saludamos y nos vamos a conocer al protagonista de esta fábula 2.0
Nada más entrar por la puerta del campo me sorprende la cantidad de verde, fauna, flora, animales, una gallina, un gato, dos perros grandes y un chihuahua… me despierta curiosidad el lugar.

Entramos y allí veo esa cama que tantas ganas tenía de ver.
Alfredo me recibe con un: ¡Hola! muy energético. Nos presentamos y en pocos minutos consiguen hacernos sentir como en casa.

Unos sorbos de Aquarius nos acompañan en las diversas conversaciones cruzadas que mantenemos Alfredo, mi madre, su padre y yo. Aurelia, la madre de Alfredo, se ha tenido que ir antes, a la próxima espero poder conocerla un poco más.
Empiezan a salir historias y más historias y como a mi no me gusta preguntar y saber, Alfredo acaba invitándome a que me siente en su silla del ordenador y empiece a descubrir su mundo de recuerdos, que a parte de en su preciada cabeza, se encuentran distribuidos por carpetas con títulos dentro de la carpeta matriz, la de las Imágenes.
Mi torpeza con los PC no parece notarse pues ya tengo a Alfredo para guiarme desde el instante en el que toco el ratón. Metete aquí, y luego aquí, y luego aquí y ahí tienes la foto que te comentaba. Alucino.

Su capacidad mental es brutal. Recuerda a sus amigos de Facebook con nombre y apellidos, procedencia, historias de cada uno de ellos… Es realmente increíble. Mientras hablo con él sigo impactada por su capacidad mental hasta que considero que el hecho de no poder moverse… ni ver, supone tal limitación que es gracias a su mente, su memoria y su imaginación que sin ver y desde la cama, donde lleva tumbado más de 4 años, puede mantener relaciones de amistad con más de 4000 personas distribuidas por todos los países.
Me habla de unos y de otros. Él me cuenta y yo le cuento. Y me siento muy agradecida de poder conocerlo. Aunque hablamos de temas banales, para mi está siendo toda una experiencia que debo asimilar cuando llegue a casa, pues no todos los días conocemos a personas tan extraordinarias.
Mientras estoy allí sentada no para de sonar un pitido. “¿Qué es eso, Alfredo?”. “Son las notificaciones del Facebook, luego les contestaré”. Alucino de nuevo. En el rato que llevaba habían sido por lo menos 20. Otra vez con la curiosidad. “¿Y cómo lo hacéis para contestarles a todos sin liaros?”. Me indica una libretita, con páginas y páginas llenas de números (podéis ver la foto abajo). Son las horas de las últimas notificaciones que hemos contestado, para que, cuando nos pongamos a contestar de nuevo, sigamos desde ahí y no se quede ninguna sin revisar. Ahora entiendo cómo es posible mantener 4.263 relaciones de amistad sin que se te escape un solo comentario.
En una de las carpetas de su ordenador titulada: “El amigo de los animales”, descubro la pasión de Alfredo por estos seres vivos y empiezo a entender todo lo que había visto nada más llegar. A los que ya os he dicho antes, se suma Piolo, el pajarito negro que a veces se quema porque se pone al lado del fuego cuando Aurelia cocina; al gato mimado, el gato más grande y bien cuidado que jamás había visto; y…  una serpiente. Sí, así me quedé yo, cuando pasados unos 10 o 15 minutos me fijo en que en la urna que hay detrás de mi madre se encuentra reposando esta “mascota”, que no tiene un nombre fijo.
Como no me gusta preguntar, me intereso por saber qué come esa serpiente.
“Ratones”, dice Alfredo. “¿Y los compráis?”. “No, los criamos”. -Como eran pocos, parieron los ratones.- Alucinada, sigo preguntando. “Pero vamos a ver, ¿cuántos tipos de animales tenéis en esta casa?”

Mi curiosidad es tal, que muy amablemente y queriéndomelo enseñar en persona, José María me saca afuera y me inicia una ruta que bien se podría equiparar a las que hacíamos de pequeños encima de una barca en el Río Safari.
Peggy me da su bienvenida. Sí, Peggy es el nombre de la cerda de Alfredo. Una cerdita feliz y alimentada, que pesará unos 90kg.
Pasea feliz por el campo y se une a nuestra ruta. Conozco a las crías de conejos, a los gansos, las palomas, las gallinas, las tortugas (de mar y de tierra) y termino por los ratones. Olvidé de deciros que crían tres clases de ratones.

Va oscureciendo y es hora de despedirnos. Le damos un beso lleno de amor a Alfredo, y nos despedimos de José María, dándole las gracias, no sólo por recibirnos, sino por el ánimo con el que llevan su realidad, tanto él como Aurelia. Conocer su fortaleza ha significado mucho para nosotras. De no haber encendido un ordenador, han tenido que adaptarse a las nuevas tecnologías, hacer un máster, guiados por Alfredo, para aprender a utilizar Facebook, y dedicarle al día más horas que se hacen en una jornada laboral continua. Todo por ser intermediarios entre Alfredo, y el mundo. Digno de admirar.
Nuestra curiosidad por las verduras que tienen plantadas consigue que, antes de marcharnos, José María se meta en medio del huerto e insista en regalarnos un manojo de acelgas y apio que no le cabe ni en las manos. “En casa solo somos dos, no necesitamos tanto”. “Llevároslo.” Acostumbradas a la vida entre asfalto nos dejamos llevar por las ganas de saborear ese apio y esas acelgas sin insecticida y nos lo llevamos.
La despedida no es dura, porque ahora tenemos un amigo más en nuestra vida, al que seguiremos día a día y visitaremos siempre que nos sea posible.
Llego a casa y asimilo todo lo vivido. Intento ponerme en la piel de Alfredo para entender mejor su situación y me alucina su capacidad para vivir su día a día. Me parece algo extraordinario. Tan extraordinario, que a partir de ahora considero a Alfredo como a un ángel, a un ángel con vida que vive en mi pueblo. A uno de los ángeles de Crevillent.
Gracias Alfredo, José María y Aurelia por esta lección de vida que nunca olvidaremos.
Con mucho amor, Dafne y Quini.


P.D: El apio y las acelgas estaban buenísimas.













1 comentario:

  1. Tengo el lujo de conocer a Alfredo, nuestro niño, pero sólo por el facebook, te envidio enormemente por conocerlo en persona, me tiene el corazón robado, qué familia más linda forman. Un besito.

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